Pequeñas y cómodas rutas de senderismo, en las que practicar un poco de ejercicio y descubrir la cultura, el arte y la naturaleza...

NECRÓPOLIS LA COLMENERA (SOBRADILLO)

Sobradillo, nueve de octubre de 2011

Imbuidos con el más puro espíritu de Indiana Jones, nos dirigimos a Sobradillo para visitar la necrópolis de La Comenera.  Las necrópolis de tumbas excavadas en roca son unos de los vestigios arqueológicos más abundantes en la península ibérica, tanto es así, que incluso en nuestra calle tenemos una. ¡No, no es una broma! Junto a los muros de la Iglesia, bien protegida del asalto humano, asoma una superficie de roca fuertemente hendida, al parecer una necrópolis visigótica. Pero nuestros ojos, incapaces para la arqueología, solo ven eso: una roca fuertemente hendida. 
El gran número de estas necrópolis, justifica en buena medida, el abandono en el que se encuentran sumidas la mayoría de ellas y a nuestra impericia como arqueólogos,  el fracaso del objetivo cultural de este sendero. Fracaso relativo al tratarse solo de la disculpa, si es que se precisa, para visitar Sobradillo y dar un paseo por el sotobosque  de carrascas característico de la zona. 


El clima estepario, duro, de fríos inviernos y calurosos veranos, no permite una gran variedad vegetal. Predomina la carrasca o encina carrasca , solamente sometida a la voluntad del hombre y con el que parece jugar un “tuya-mía” por la propiedad del terreno. Solo lavandas, escobas, zarzas y unas cuantas especies herbáceas se atreven a competir (o a convivir) con la encina. Las explotaciones agrícolas marcan el paisaje en la cercanía de Sobradillo pero a medida que nos alejamos del pueblo, el carrascal se va adueñando del entorno ocupando campo abierto y fincas abandonadas.  La Peña de La Cabalgá no solo señala la mitad de  nuestro recorrido sino una posición geográfica muy especial: la que determina el vértice geodésico allí instalado. Vértice de imaginarios triángulos, que uno tras otro, comunican  toda la superficie del globo terráqueo y cuyo fin es la, muy humana, necesidad de medir.



Este especial punto, marca el inicio del suave descenso hacia nuestro destino. Progresiva e imperceptiblemente, el sotobosque se va espesando. Algunos quejigos, disfrazados de encinas, logran burlar la vigilancia de la carrasca y sobre todo disperso, muy disperso, aparece el jumbrío ( en otros lugares enebro de la miera, enebro mayor, cada, broja, buto). Árbol este muy ligado a las tradiciones sobradillenses donde acostumbran a quemarlo e impregnarse de sus humos como ritual de petición de bendiciones a su santo San Sebastián.


El final del camino se vuelve más abrupto y confuso.
Una pequeña subida nos sitúa en el altiplano de la Colmenera. Abandonado a la naturaleza. Entre la maleza, dispersos, encontramos montones de piedras que parecen ocultar algo. Solo algunas formaciones de lajas asemejan sepulturas, pero nada de tumbas excavadas en la roca. Y sin embargo aquí están “las sepulturas de los moros”. Aquí están, las que probablemente fueran sepulturas medievales de eremitas huidos del mundanal ruido para purgar sus pecados y servir a Dios en estos páramos solitarios. Aquí están, y nosotros somos incapaces de encontrarlas, solo a unos metros, quizás más allá de esas zarzas...
Tras la búsqueda, herido nuestro orgullo y nuestro cuerpo de bregar por este inhóspito paraje,  amenazados por la noche, decidimos regresar.
¡Volveremos! ¡Y las encontraremos!





   Brotas derecha o torcida
   con esa humildad que cede
   sólo ante la ley de la vida,
   que es vivir como se puede.
   El campo mismo se hizo
   árbol en ti parda encina,
   ya bajo el sol que calcina,
   ya contra el hielo invernizo,
   el bochorno y la borrasca
   el agosto y el enero,
   los copos de la nevasca,
   los hilos del aguacero,
   siempre firme, siempre igual,
   impasible, casta y buena,
   ¡oh tú, robusta y serena,
   eterna encina rural!

   "Campos de Castilla"
   Poema Las encinas
   Antonio Machado (fragmento)




SENDA
Camino agrícola y senda rural. Postes de señalización de sendero local (blanco y verde). Mal señalizada al principio y al final del recorrido. De unos 9 km ida y vuelta. Fácil de realizar incluso en bicicleta. Hermosas vistas de Sobradillo y del sotobosque de carrascos. El bonito pueblo de Sobradillo ofrece además otras atractivas opciones al caminante como la visita a la Casa del Parque de Arribes del Duero “El Torreón de Sobradillo” instalada en la torre del homenaje del que fuera su castillo, a su iglesia, convento y ermitas de la población, otros paseos de interés y servicios de hostelería y alojamiento.





SENDERO DEL PUENTE MOCHO


 Ledesma, ocho de mayo de 2.011

Por estos lugares, tenemos por costumbre, un día al año,  hacer un macro-picnic.
Un lunes de  primavera, el Lunes de Aguas, los salmantinos de la ciudad y también de muchos lugares de la provincia, abandonamos los quehaceres diarios para pasar unas horas en algún paraje campestre en la ribera del Tormes. Cargados con hornazos y otras viandas, en compañía de familia y amigos, rememoramos una extraña y dudosa fiesta de meretrices y padreputas.
Los ledesminos tienen más suerte,  no solo celebran el Lunes de Aguas sino también el Martes de Aguas (¿?). Y entre los parajes escogidos para sus meriendas, destaca el lugar que hoy paseamos: la Finca de las Aldehuelas.


Se nos muestra, en su inicio, un paisaje abierto, a medio camino entre un parque y una dehesa bien cuidada. Hermosa, invita a pasear, a abandonar el ancho camino principal y  perderse en sus ondulantes veredas, entre encinas y rocas graníticas, que a menudo evocan monumentos megalíticos, salpicadas de retamas, carrascos y lavanda.



De pronto, el paisaje se torna más agreste y el camino, ahora descendente,  termina, estrechándose, ante un muro de piedra que permite ser franqueado. El tosco empedrado de una calzada romana parece trasportarnos, en el tiempo y en el espacio, al bucólico paisaje del  cauce del Cañedo encajado entre canchales graníticos y encinas. Y allí, atemporal y majestuoso, se erige el Puente Mocho. Despojado de sus funciones innatas, prevalece como testigo de otras eras y otras culturas. Poco importa si su fábrica es romana o medieval, lo cierto es que el destino de los viajeros que transitaban por su calzada, se perdió hace ya mucho tiempo. Hoy sin embargo Él es destino, la disculpa para adentrarnos en su maravilloso entorno natural. Calma, agua y fragancias naturales inundan el ambiente que nos retiene trasteando en sus entrañas, olvidando que es la hora de desandar lo andado.




Senda: 

Pista forestal y calzada romana en buen estado de poco mas de  6 km, en el trazado de ida y vuelta, aunque puede haber múltiples variantes. Escasa o nula dificultad. Puede hacerse andando o en bicicleta. El Puente Mocho fue declarado BIC por el Decreto 151/2000, de 29 de Junio. Fue utilizado en la vía de comunicación entre Ledesma (Bletisama) y Zamora (Ocelo Dori). Tiene una longitud de 71 metros, una altura de 5,7 metros y una anchura de 3,50 metros. Posee cinco arcos de medio punto, al parecer los dos primeros romanos y los tres restantes medievales. Cuenta con cuatro tajamares aguas arriba y está construido en sillería de granito. El arroyo del Cañedo no siempre lleva agua, durante nuestra visita en el mes de mayo el caudal era abundante.


Track editado en wikiloc por darthjuanan


REUTILIZACIÓN DE SOMIERES: CONTAMINACIÓN ESTÉTICA

Cuando salimos al campo, no podemos esperar encontrar un medio totalmente “natural”, entendiendo por esto, con cierta licencia, el medio que ha evolucionado sin la intervención del hombre. Prácticamente todos los ecosistemas de nuestro entorno o han sido modificados por el hombre a su interés o bien son puramente antropogénicos. Por tanto la huella del hombre siempre estará presente en nuestros paseos.

Tampoco debemos olvidar nuestra condición de intrusos, no solo para la flora y la fauna sino para nuestros congéneres humanos que, por suerte o por desgracia, viven en el medio rural. No puede extrañarnos las dudas que levanta, entre ganaderos y agricultores, nuestra presencia en su medio vital. La misma que a nosotros nos suscitaría la visita de un grupo de turistas, curioseando en torno a nuestro puesto de trabajo en la oficina, taller, fábrica o despacho. Y más aún, si nuestra curiosidad o ignorancia nos lleva a arrancar unos frutos o a pisar zonas de cultivo, causando un daño a menudo irreparable. ¿Cómo reaccionarias si un turista juguetea con tu llave del 12, o teclea en tu ordenador a ver qué pasa o se mete en su mochila un paquete de tus folios?

Tengamos presente, además, las distintas realidades económicas que existen en el medio rural. El Señor Benito, un viejo agricultor de la zona de Las Villas, poseedor de unas cuantas hectáreas de cultivo y que ha podido subsistir toda su vida gracias a ellas con mucho trabajo y dedicación, en una de sus pocas visitas, quizás la única, a la zona de Sierra, se pregunta:  ¿de qué vive esta gente?
A nosotros, embobados con la frondosidad del paisaje y absortos en el esplendor de la naturaleza, la pregunta nos extraña sobremanera. Pero el Señor Benito tiene razón; la aparente fertilidad de la zona, no es capaz de mantener su población humana con una productividad agrícola digna en estos tiempos.
La orografía, el suelo, las reducidas dimensiones de las explotaciones, la falta de mecanización, la dureza del trabajo y la carencia de productividad en general empujan al abandono inexorable de la agricultura tradicional. Y esto no es solo visible en zonas de montaña sino que se extiende en general por toda la región.
Pronto, para bien o para mal, la figura del agricultor habrá desaparecido, sustituida por la de empresa agrícola.




En este contexto de agricultura tradicional en decadencia, con escasa viabilidad económica, mantenida en general por gentes de avanzada edad o más jóvenes pero como segunda actividad y con pocos medios y dedicación, no debe extrañarnos la aparición de enseres cotidianos reutilizados en tareas muy distintas para las que fueros diseñados. El rey de estos enseres, en nuestra zona, es el viejo somier de resortes. Aparece conformando vallas y sobre todo como puerta de entrada, los hay de 80, de 90, de matrimonio, instalados en vertical o en horizontal, clavados, atados, semienterrados…
No hemos logrado determinar si esto representa algún tipo de contaminación, al menos mayor que la que pueda producir una valla o puerta construida para tal fin en una carpintería metálica. Pero no se puede negar que es indudablemente una contaminación estética, provocando la sensación de contemplar algo que de alguna manera recuerda a un vertedero.
El turismo rural como vía de desarrollo económico, hoy es una realidad. Y los senderos, no solo los homologados, han de cuidarse si lo que realmente se quiere es que sean transitados. De poco habrán servido las inversiones, económicas y humanas, de ayuntamientos y otros organismos públicos, de empresas y de particulares, y las diversas subvenciones con fondos para el desarrollo rural, si no se atienden estos pequeños detalles. Y no a base de multar y castigar, sino ayudando y concienciando, porque en el campo además de frutas, verduras y hortalizas, hoy, también crecen “turistas”.


P.D.  Las cuerdas azules de las  pacas para el ganado, son otra cuestión, porque además de resultar estéticamente inaceptables, conllevan una potente contaminación biológica.