Pequeñas y cómodas rutas de senderismo, en las que practicar un poco de ejercicio y descubrir la cultura, el arte y la naturaleza...

REUTILIZACIÓN DE SOMIERES: CONTAMINACIÓN ESTÉTICA

Cuando salimos al campo, no podemos esperar encontrar un medio totalmente “natural”, entendiendo por esto, con cierta licencia, el medio que ha evolucionado sin la intervención del hombre. Prácticamente todos los ecosistemas de nuestro entorno o han sido modificados por el hombre a su interés o bien son puramente antropogénicos. Por tanto la huella del hombre siempre estará presente en nuestros paseos.

Tampoco debemos olvidar nuestra condición de intrusos, no solo para la flora y la fauna sino para nuestros congéneres humanos que, por suerte o por desgracia, viven en el medio rural. No puede extrañarnos las dudas que levanta, entre ganaderos y agricultores, nuestra presencia en su medio vital. La misma que a nosotros nos suscitaría la visita de un grupo de turistas, curioseando en torno a nuestro puesto de trabajo en la oficina, taller, fábrica o despacho. Y más aún, si nuestra curiosidad o ignorancia nos lleva a arrancar unos frutos o a pisar zonas de cultivo, causando un daño a menudo irreparable. ¿Cómo reaccionarias si un turista juguetea con tu llave del 12, o teclea en tu ordenador a ver qué pasa o se mete en su mochila un paquete de tus folios?

Tengamos presente, además, las distintas realidades económicas que existen en el medio rural. El Señor Benito, un viejo agricultor de la zona de Las Villas, poseedor de unas cuantas hectáreas de cultivo y que ha podido subsistir toda su vida gracias a ellas con mucho trabajo y dedicación, en una de sus pocas visitas, quizás la única, a la zona de Sierra, se pregunta:  ¿de qué vive esta gente?
A nosotros, embobados con la frondosidad del paisaje y absortos en el esplendor de la naturaleza, la pregunta nos extraña sobremanera. Pero el Señor Benito tiene razón; la aparente fertilidad de la zona, no es capaz de mantener su población humana con una productividad agrícola digna en estos tiempos.
La orografía, el suelo, las reducidas dimensiones de las explotaciones, la falta de mecanización, la dureza del trabajo y la carencia de productividad en general empujan al abandono inexorable de la agricultura tradicional. Y esto no es solo visible en zonas de montaña sino que se extiende en general por toda la región.
Pronto, para bien o para mal, la figura del agricultor habrá desaparecido, sustituida por la de empresa agrícola.




En este contexto de agricultura tradicional en decadencia, con escasa viabilidad económica, mantenida en general por gentes de avanzada edad o más jóvenes pero como segunda actividad y con pocos medios y dedicación, no debe extrañarnos la aparición de enseres cotidianos reutilizados en tareas muy distintas para las que fueros diseñados. El rey de estos enseres, en nuestra zona, es el viejo somier de resortes. Aparece conformando vallas y sobre todo como puerta de entrada, los hay de 80, de 90, de matrimonio, instalados en vertical o en horizontal, clavados, atados, semienterrados…
No hemos logrado determinar si esto representa algún tipo de contaminación, al menos mayor que la que pueda producir una valla o puerta construida para tal fin en una carpintería metálica. Pero no se puede negar que es indudablemente una contaminación estética, provocando la sensación de contemplar algo que de alguna manera recuerda a un vertedero.
El turismo rural como vía de desarrollo económico, hoy es una realidad. Y los senderos, no solo los homologados, han de cuidarse si lo que realmente se quiere es que sean transitados. De poco habrán servido las inversiones, económicas y humanas, de ayuntamientos y otros organismos públicos, de empresas y de particulares, y las diversas subvenciones con fondos para el desarrollo rural, si no se atienden estos pequeños detalles. Y no a base de multar y castigar, sino ayudando y concienciando, porque en el campo además de frutas, verduras y hortalizas, hoy, también crecen “turistas”.


P.D.  Las cuerdas azules de las  pacas para el ganado, son otra cuestión, porque además de resultar estéticamente inaceptables, conllevan una potente contaminación biológica.

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